blog de Josh

miércoles, 19 de marzo de 2014

Mensaje del Santo Padre Francisco para la cuaresma 2014

Queridos hermanos y hermanas:


Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?




La gracia de Cristo


Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).



La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Por qué recibimos las cenizas?

Las cenizas son un símbolo de la penitencia sacramental hecha por la bendición de la Iglesia, y que nos ayudan a desarrollar un espíritu de humildad y sacrificio.



   La imposición de la ceniza proviene de una ceremonia de épocas pasadas. Los cristianos que habían cometido faltas graves a cabo la penitencia pública. 

El Miércoles de Ceniza, el Obispo bendijo a los cilicios que iban a llevar durante los cuarenta días de penitencia, y la roció sobre ellos cenizas hechas de las palmas del año anterior. Entonces, mientras los fieles recitó las siete salmos penitenciales, los penitentes se desviaron de la iglesia a causa de sus pecados - al igual que Adán, el primer hombre, fue echado del paraíso por su desobediencia. Los penitentes no entraron en la iglesia de nuevo hasta el Jueves Santo, después de haber ganado la reconciliación por el duro trabajo de cuarenta días de penitencia y la absolución sacramental. Más tarde, todos los cristianos, ya sean penitentes públicos o secretos, llegó a recibir las cenizas por devoción. En épocas anteriores, la distribución de las cenizas fue seguida por una procesión penitencial.



Las cenizas son de las palmas benditas utilizados en la celebración del Domingo de Ramos del año anterior. Las cenizas se bautizaron con agua bendita y están perfumados por la exposición al incienso. Mientras las cenizas simbolizan penitencia y contrición, sino que también son un recordatorio de que Dios es clemente y misericordioso con los que le invocan con corazones arrepentidos. Su misericordia Divina es de suma importancia durante la época de Cuaresma, y ​​la Iglesia nos llama a buscar la misericordia que durante todo el tiempo de Cuaresma con la reflexión, la oración y la penitencia.Las Cenizas





POR CUARESMA...

Como ciertos utensilios, también las personas necesitamosuna revisión personal de nuestra vida. El mejor escáneres la Palabra de Dios. Escúchala y medítala con cierta frecuencia.Te dará pistas para situar aquellos aspectos de tu personaque no están en armonía con Jesús.
En cuaresma, durante 40 días, intentamos recuperarel brillo perdido de nuestra fe cristiana. Acompañar a Jesúsen el camino hacia la cruz. En definitiva tenemos un reto:recuperar y consolidar el estilo de los primeros cristianosque celebraban con gran alegría la Pascua del Señor.
Aprovechemos este tiempo para convertirnos (regresarde caminos equivocados), para entrar en una comuniónmás perfecta con Dios (la oración) y para no olvidarlos sufrimientos de los demás (la limosna).
La cuaresma es un espacio de tiempo en el que peregrinamoshacia el interior de nosotros mismos. Ante tanta dispersión,estas semanas, nos invitan al recogimiento, a la reflexióny a encontrarnos con nosotros mismos. Jesús nos acompaña.
La cuaresma es un camino que nos lleva al Señor.No nos detengamos en ninguno de sus cuarenta peldaños.Este tiempo tiene un fin: llevarnos al encuentro personalcon la misericordia de Dios. Lo hace por nosotros.Por nuestra salvación.
Que contemplando la cruz, y arropados por Maríay por Juan, acompañemos al Señor que ofrece todolo que es por la humanidad. En Juan tendremos un amigoy, en la Virgen, una buena Madre.
Muchos son los ídolos que llaman nuestra atención.Que no nos acostumbremos a tener al Señor como una especiede legado, de herencia de tiempos pasados. Es mucho más:¡es el Señor! ¡El Salvador que nos revela plenamenteel amor que Dios nos tiene!



domingo, 2 de marzo de 2014

¿Cuál es la diferencia entre una Biblia católica y otra protestante?

Responder a esta pregunta no es difícil, pero sí complicado, porque no se nos pide que digamos la diferencia de una versión católica con una determinada versión protestante sino con “la Biblia que leen los protestantes”; ahora bien, muchas personas, cuando hablan de los protestantes, engloban con este título tanto a los cristianos de iglesias reformadas tradicionales (luteranos, calvinistas, presbiterianos, etc.) cuanto a miembros de sectas que también usan la Biblia, como los Testigos de Jehová; y no es lo mismo una cosa que otra. Trataré, por tanto, de indicar algunos puntos generales, sin hacer una comparación detallada, lo cual es imposible (para mí, aquí, con los límites que me he impuesto).

Para tomar una referencia de todas las dudas acerca de nuestro Hermanos Esperados; consulte el libro:
"Protestantismo y Biblia" de lo cual lo puede adquirir en cual quier librería Paulina o pidalo via E-mail bocadelpozo_1390@hotmail.com.